miércoles, 13 de julio de 2016

De tortura o como le dicen por ahí entrar al kinder

Desde que el changuito tenía como 11 meses, el argentino empezó a convencerme que metiéramos al crío al kinder para que yo pudiera tener un poco más de tiempo (cosa que sospecho que era para que me cuidará un poco más... jojo). Así que lenta como soy para procesar las cosas y etapas nuevas recién la semana pasada a sus 1.7 por fin el changuito entro a la guardería.

Escogerla no fue tan complicado, en realidad teníamos el plan de meterlo junto con su amiguito instantáneo, pero al final a su mamá le gustó otro diferente que me queda más lejos y ahí acabo nuestro super plan. 

El primer filtro fue obvio internet y luego llamar para investigar, ver que tan abiertos eran, si eran amables, empaticos, etc. El segundo filtro fue agendar las citas y resultó que la segunda escuelita a la que fui me gusto desde el principio, investigué más y me quedé convencida que la segunda era la que me gustaba.
Una de las cosas padrísimas de haber elegido esa guardería fue que una amiga que es maestra me contó que ella trabajo ahí y me dijo que los dueños/directores eran excelentes personas y pedagogos, lo que me dio un poquito más de tranquilidad de dejar a mi hijo en buenas manos.

Una vez hecha la decisión, el siguiente paso fue hacerme mensa otro par de meses para no entregarle a mi changuito a alguien más, hasta que el argentino me hizo entrar en razón y decidimos que julio era el mes ideal para empezar, así podríamos tener un periodo de adaptación conmigo de vacaciones y podrían ser más sencillos los horarios y demás.

Así que llego el 1º de julio y gracias a la vida que era viernes, esperamos hasta el lunes para empezar, el primer día fue 45 minutos, el siguiente 1:15 h, el tercero 2 horas y a partir del cuarto sus 4 horas completas y debo de decir que ha sido una montaña rusa bipolar y me hizo dudar seriamente si me lo aceptarían de 16 años para no pasar por esto ahora.

Nunca de los nuncas me imaginé lo que iba a sentir al dejarlo llorando así, fue peor que el día que le pusieron sus primeras vacunas, donde el lloraba y yo también; aunque debo de decir con mucho orgullo que el primer día me aguante hasta la casa de a lado de la escuela para poder llorar amargamente que mi changuito ha crecido y empieza otra etapa en su vida. Su primer momento de independencia podríamos decir.

Cabe mencionar que estamos convencidos que es un buen momento para hacerlo y que a él le va a hacer bien, pero esos minutos donde lo dejó hecho un mar de lagrimas mi corazón se rompe un poquito. He platicado mucho con el director de la escuela y con las misses e incluso con algunas mamás de su grupo y afortunadamente todos dicen que así es por las primeras 2 o 3 semanas, así que ya veremos como va progresando.

Por el otro lado, para mí ha sido también rarísimo, los primeros días lo dejé y me ponía a llorar y no sabía ni porque lloraba, pero el cuarto día que lo dejé 4 horas fue el día de claridad para mí, con mi mañana libre en la que disfrute cada momento y aunque una parte de mi estaba angustiada de que el changuito estuviera en otro lado, flojee super rico atendiéndome solo a mí.

Así que bueno, vamos adaptándonos los dos, él salió super feliz ayer y el reporte fue que ya lloró poquito y yo ya encontré una linda oficina donde puedo venirme a trabajar esas 4 horitas sin ninguna distracción y que además esta a solo una cuadra de la guardería, lo que de manera absurda me da un poco de tranquilidad de por lo menos estar cerquita.

Lo que les puedo recomendar en agosto a todas las que metan a sus changuitos a la guardería es paciencia, mucha paciencia, llegar con sonrisa a la escuela, aunque por dentro quieran ponerse a berrear igual que su changuito y platicarles mucho de lo que está pasando. Ah! y otra de las cosas que nos ha funcionado a nosotros es mandarlo estos días con Glu, osea un caballito de mar que es su muñeco de peluche favorito, y así por lo menos tiene algo de casa con él.

Suerte en agosto!

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